viernes, 21 de marzo de 2014

Mi primera experiencia con la hipnosis

No creo en el destino, pero hay casualidades que son asombrosas.

Hace un tiempo que leo sobre sanadores, curanderos, pastores milagrosos, astrólogos, brujas, videntes, mediums y demás tipos de personas relacionadas con el mundo de lo oculto. Vaya por delante que no creo en ninguno de estos personajes, pero me atraen. En particular, me interesan aquellos que se saben, lisa y llanamente, unos ladrones. Los que prometen cánceres curados, bancarrotas resueltas y amor elegido a dedo. En fin, siempre sentí curiosidad por los estafadores, y los de este tipo me parecen fascinantes. Ya les dedicaré una novela.

Ya sé, ya sé que alguno de ustedes estará pensando que no es lo mismo un macumbero que una gitana que te lee la mano. Cada uno de nosotros traza la linea en un lugar diferente. Hay quienes no creen en curanderos pero sí en la astrología. Hay quienes no creen en la magia negra pero sí en la cura del empacho. Y están los que piensan que la hipnosis es algo diferente a todo lo demás, y que realmente es posible manipular el subconsciente de una persona hasta el punto de alterar su voluntad.

-Yo estoy en ese grupo -le dije a Trini el otro día mientras preparaba la valija para irme a una conferencia al día siguiente.

-¿Qué dices? ¿Tú no eras científico, ateo, escéptico y todo aquello?

Le expliqué que para mí la hipnosis era algo diferente. Que si bien nunca la había experimentado, me parecía perfectamente posible que alguien pudiera alterar tu comportamiento a través de la sugestión. Que, en su forma más simple, no era más que una persona hablando sobre piojos y otra notando un picor en la cabeza.

Al día siguiente de tener esta conversación con Trini, hice mil quilómetros en un avión. Después de diez horas hablando de trabajo estaba cansadísimo, pero igual decidí salir a pasear. Caminé un poco siguiendo las luces de la ciudad y terminé en una peatonal cortita llena de bares y restaurantes. Había dos espectáculos callejeros. Uno era el clásico hippie que hace malabares con cuchillos arriba de un monociclo altísimo. El otro, un hombre sin micrófono ni vestimenta especial que habría pasado por un turista más de no ser por el corro que lo observaba blandiendo teléfonos y cámaras, y por la mujer que dormía de pie apoyada en su hombro.

-Cuando cuente hasta tres, te vas a despertar y no recordarás tu nombre -dijo el tipo con una sonrisa de dientes impecables, y contó.

La mujer abrió los ojos y juró no recordar cómo se llamaba.

Le siguió otra voluntaria, y después vino una nenita que no tendría más de seis años. En todos los casos, los hipnotizados cerraron los ojos a la cuenta de tres y se despertaron con el chasquear de los dedos.

Tras devolverle el nombre a la niña, el hombre anunció que haría un descanso y la multitud que lo rodeaba empezó a disiparse. Entonces me di cuenta de que no había lata, ni gorra, ni nada donde echar monedas. La gente se iba y él no les pedía nada. Se limitaba a ofrecer su tarjeta personal acompañada de su sonrisa enorme y de vez en cuando decía algo a una cámara que lo seguía para todos lados.

Dos días después de mi conversación con Trini, me había encontrado con un hipnotizador callejero. Y gratis.

Dudando un poco, me acerqué y le pregunté si me podía hipnotizar. Me miró a los ojos y enseñó de nuevo esos dientes perfectos. Por supuesto, me dijo, y empezó a hacerme preguntas. Cómo me llamaba, de dónde era y qué hacía allí. Luego me explicó que la hipnosis tenía mucho que ver con la concentración y con las ganas de creer. Yo, ganas, tenía un montón.

-Empecemos -dijo el hombre-. Quiero que extiendas los brazos hacia adelante y entrelaces los dedos de tus manos. Muy bien, ahora extiende los pulgares y los índices como si le estuvieras apuntando a alguien con una pistola. Genial. Dobla los codos de tal manera que la pistola apunte hacia el cielo y separa los índices un par de centímetros. Quiero que te concentres en el espacio que hay entre tus dedos. Concéntrate e imagínate que en la punta de ambos dedos hay un imán. Quiero que sientas cómo los dedos se atraen y de a poco la distancia entre ellos se acorta. Se acorta cada vez más. Muy bien, sigue concentrándote hasta que se toquen el uno con el otro. Así. Muy bien.

A medida que el tipo hablaba, yo observaba incrédulo cómo mis dedos se iban juntando hasta tocarse. La hipnosis de Wayne, que así se hacía llamar, estaba funcionando.

-Muy bien, ahora imagínate que te echo unas gotas de pegamento sobre tus dedos. Un poco más, y ahora el pegamento chorrea entre tus manos. Y también te las voy a atar con una cinta adhesiva imaginaria, y te voy a pasar un tornillo de un lado a otro y voy a apretar la tuerca de tal manera que tus manos estén completamente unidas la una a la otra. Están pegadas, encintadas y atornilladas, así que no las vas a poder separar. Puedes intentarlo, pero no vas a poder. Y mientras más lo intentes, más se pegarán. Prueba si quieres, pero no podrás -me dijo, y probé.

Mis manos empezaron a separarse sin ningún problema y supe que estaba a punto de arruinarle el espectáculo. Entonces tuve una sensación rara, entre vergüenza y piedad. Si separaba las manos, me dije, crearía una situación incómoda para el pobre Wayne, poniéndolo en evidencia. Y entonces decidí fingir que las tenía pegadas. Fingí forcejear en vano para separarlas y lo miré, vencido. En restrospectiva, mentirle fue un error que me terminó costando caro.

Wayne celebró su poder sobre mí con una mirada a la cámara y continuó con su acto.

-Quiero que te concentres en la punta de tus dedos. Imagínate que hay un imán ahí y otro en tu entrecejo. Y de a poco, tus dedos se mueven hacia tu cara. Los imanes se atraen. Siente la fuerza de los imanes. Cuando se toquen, tus párpados empezaran a pesar y te dormirás.

De a poco moví los brazos mientras Wayne seguía con sus arengas. Vamos, siéntelo y esas cosas. Cuando me toqué por fin el entrecejo, me agarró de un hombro y dijo "Duérmete". Cerré los ojos, por compasión. No sólo no estaba dormido, sino que hacía fuerza para no soltar una carcajada. Si él se daba cuenta de que lo mío era simplemente una actuación, lo disimulaba mucho mejor que yo.

Animado por lo bien que respondía a sus órdenes, me usó de títere otro buen rato. Me liberó las manos y me volvió a pegar una a la cabeza. Hasta trajo a una chica del público y me vi en la absurda situación de hacer fuerza para que una desconocida no me separara la palma derecha del pelo, mientras pensaba "a mí quién me manda a meterme en este berenjenal". Pero ya estaba en el baile y decidí seguir bailando.

Me durmió como tres o cuatro veces más, y todas ellas cerré los ojos y bajé la cabeza intentando no reír. Con cada despertar, Wayne me recibía con un truco nuevo. No podrás mover el brazo. No podrás abrir la boca. Y cada vez, yo pensaba "que se acabe esto ya, por favor". Su último número fue "no recordarás tu nombre". Apenas oí eso empecé a repetir mentalmente "Cristian, Cristian, Cristian", y cuando chasqueó los dedos para que abriera los ojos, la pena me volvió a ganar y admití no saber cómo me llamaba. Entonces me volvió a dormir, y durante mi sueño fingido oí cómo me decía que al despertar recordaría que era Cristian. También me prometió que me sentiría mejor de lo que me había sentido en todo el día.

Abrí los ojos y dije mi nombre. La gente que estaba mirando empezó a aplaudir y él miró a la cámara triunfante. Yo estaba igual de cansado que hacía diez minutos, pero creo que para Wayne haberme hipnotizado con tanta facilidad sí que fue el mejor momento del día.

Cuando nos despedimos, me prometió que colgaría el video en youtube en los próximos días. Y cumplió.

domingo, 26 de febrero de 2012

El doctor Chelo

Mientras escribo esto todavía tengo la piel de gallina. La foto que acabo de recibir por mail es una de las sorpresas más grandes que me ha dado El secreto sumergido. Pero empecemos por el principio:
Ale es un rosarino que vive en Australia con quien de vez en cuando compartimos unos mates. Nos vemos cada muerte de obispo, y siempre nos reímos desde el primer amargo hasta el último lavado. Hace un par de meses le confesé que había escrito una novela (confesar es la palabra adecuada, porque, a pesar de que promociono el libro activamente por internet, sólo hablo de él cara a cara con quienes tengo confianza. No sé por qué).
Cuando le expliqué la trama, Ale decidió regalárselo a su hermano Chelo para el cumpleaños: Chelo, que es médico y trabaja para la Marina, vive en Ushuaia y conoce Puerto Deseado. Dos días más tarde, mi vieja, que me rema las locuras hasta el fin del mundo, le estaba mandando el libro a Chelo como lo hace siempre que llega un pedido a la página web de la novela.
Sin embargo, este envío no fue como cualquier otro. El sábado a la mañana, mientras tomaba un café con leche preparado meses después de haber despachado el libro, ví que tenía un email de Ale con un asunto bien descriptivo: "Fwd:".
Lo abrí. Me reenviaba una foto y un párrafo de Chelo que, creo, lograrán ponerme la piel de gallina por mucho tiempo:
Te mando una foto que me saque con el libro de tu amigo Cristian PERFUMO, de Puerto Deseado. Leí el libro en el barco y despues lo dejé en una base. La base que me pareció más apropiada es ESPERANZA, ya que ahí viven alrededor de diez u once familias durante el año (la única con familias), y por lo tanto tiene una escuelita (el edificio naranja que se ve tras de mi), la número 38 dependiente de la provincia de "Tierra de Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", lo dejé en la biblioteca y agradecieron la donación, en las primeras páginas conté brevemente como llegó el libro hasta ahí. Lindo el libro, es un policial, entretenido y novedoso, me gustó, lo leí en tres ó cuatro días!!jeeje!!!.

Por eso tengo la piel de gallina. Porque me imagino que en unos meses, cuando la nieve que cae doscientos treinta días al año cubra las piedras que ahora pisa el doctor Chelo y la temperatura baje a veinte bajo cero, habrá un niño en la Antártida que se refugiará en mi libro para transportarse al cálido invierno de Puerto Deseado.
Gracias, Chelo. Por ir a curar a los nuestros allá abajo y porque, aunque no te conozco, ya te debo una enorme.

jueves, 6 de octubre de 2011

En cristiano, por favor

Hace unos quince años, cualquiera que golpeara a la puerta de una FM en Deseado tenía un programa de radio. Yo tuve varios: El túnel (con Javi), que después se transformó en Ahí voy (solo, porque me peleé con Javi), Pasala que no vuelva (con el Osso y Fernanda), Dios los Cría (con Renzo y Juan Pablo), Espacio Jóven (era de Pedrito Ramírez, pero me prestaba un micrófono) y seguro alguno más que ahora no recuerdo.
Podría llenar páginas enteras con las cosas que aprendí en esa época y otras tantas con las que nunca aprendí (como, por ejemplo, a pronunciar bien las palabras). Hoy quiero escribir sobre una cosa que nunca me quedó clara: ¿cómo se dice la temperatura por radio?
En mi pueblo, se dice así: "La temperatura es de tres grados decimal ocho".
¿Decimal ocho? Hasta la chica que te dice cuánto saldo te queda en el teléfono lo podría decir mejor.
Llevo ya muchos años trabajando con números y sólo lo he escuchado dicho así si viene de adentro de una radio. Si no, decimos "punto ocho" o "coma ocho". Si nos queremos poner técnicos decimos "y ocho décimas". Pero ¿"decimal ocho"? No me puedo imaginar en la cabeza a mi papá (que es profe de Matemática) diciendo "uy, qué frío, tres grados decimal ocho".
Siempre me pregunté por qué en la radio dicen "decimal ocho", que es exactamente como nunca nadie lo diría. Y si hay un mes para encontrarle respuesta eso, es Octubre. Octubre es el mes de las elecciones en Argentina, es decir cuando más escuchamos y leemos lo dicen los políticos. Por ejemplo, el gobernador de Santa Cruz dijo hace poco que "la pauta salarial obviamente es inmodificable". Tampoco me imagino a nadie por la calle diciendo "qué lástima que la pauta salarial sea obviamente inmodificable, con lo bien que me hubiera venido un aumento".
Otro ejemplo es lo que me dijo Trini, con total inocencia, cuando salimos de una sesión del Concejo Deliberante de Deseado a la que habíamos sido invitados: "Cómo habla esta gente. Deben ser todos abogados, ¿no?".
¿Por qué hablamos en difícil? ¿Por qué decimal ocho y pautas salariales inmodificables? Porque tenemos enquistada la maldita creencia que mientras más florituras le ponemos, más cultos o inteligentes somos. Pero eso es una tontería comparable a pagar contento una fortuna por un plato de fideos con tuco sólo porque el nombre del plato ocupa dos renglones en la carta. La realidad es que son fideos con tuco, los llames como los llames.
Por eso te pido un favor: cuando quieras comunicar una idea, no la vistas de gala. Decila desnuda, como es. Y si "hace tres grados como ocho... guau qué frío" o "no podemos aumentar los sueldos, muchachos" decilo así, para que te entiendan todos.
Cuesta, no es fácil. Hay que hacer un esfuerzo para no dejarse llevar por ese placer tonto de haber dicho una palabra culta. Pero yo creo que deberíamos aspirar a usar la palabra más precisa, la más descriptiva, la que más se ajusta a lo que queramos decir. Nunca la más culta porque sí.
De esta manera me despido, augurándoles un buen futuro y deseando desde ya que nuestros caminos vuelvan a curzarse, ya sea en este blog o de cualquier otra manera.
(O "Chau, que les vaya bien y ojalá nos veamos pronto por ahí", que es lo mismo.)

lunes, 26 de septiembre de 2011

La más vieja y mágica


La Librería de Ávila, que antes se llamaba Librería del Colegio, es la más vieja y mágica de la ciudad. La visito cada vez que estoy de paso por Buenos Aires y siempre termino quedándome horas sin acabar de decidirme entre volúmenes viejos y best sellers recién salidos del horno.

Para ir al sótano, que parece más una pequeña biblioteca de universidad que una librería, hay que bajar por una escalera y rozar con el hombro una foto de Evita comprando libros allí mismo. Según la Wikipedia, también eran clientes Borges, Bioy Casares, Roberto Arlt, Leopoldo Lugones, Sarmiento, Mitre y Avellaneda.

Esta mañana recibí un mail del Negro Vera diciéndome, con la alegría perpetua que no sé de dónde saca, que me había hecho el enésimo favor desde que somos amigos. Lógicamente, lo primero que se me ocurrió fue empezar este post con "A partir de hoy, 'El secreto sumergido' está a la venta en Buenos Aires en la Librería de Ávila.".

Tardé un segundo en reparar las dos injusticias:

A partir de hoy, gracias a un amigo inmenso, 'El secreto sumergido' está a la venta en la librería más vieja y mágica de Buenos Aires.


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domingo, 19 de junio de 2011

Harry Potter, ¿la viste o la leíste?

Cuando algún australiano me pregunta si leí Harry Potter, yo le respondo:
-No, pero la escuché.
Entonces puedo leer en su cara de pena la frase "Pobrecito, todavía no se acostumbra a hablar inglés", y se apura a corregir:
-La viste habrás querido decir. Viste la película, ¿no?.
-La escuché. ¿En qué hablo yo, en chino?
Cinco minutos más tarde, tocándome por momentos las orejas con las manos, lo tengo convencido de que cuando digo escuchar, quiero decir escuchar. Entonces el conocido de turno entiende que me refiero a un audiolibro y me mira como se mira a un traidor, sin entender cómo alguien que se considera un lector puede haber caído tan bajo. Algunos agregan con la mirada: "y además, Hary Potter".
Yo antes también era un purista. Ahora escucho a Harry Potter todas las mañanas.
Me encanta el paralelismo. Quizás sea una secuela de los tres años en Barcelona, aunque yo creo que viene de antes. Descubrir que puedo hacer algo durante la media hora que paso cada día solo frente al volante, lo reconozco, me tranquiliza.
Básicamente un audiolibro es una grabación muy larga en la cual alguien con mucha pasión o algo de guita de por medio, lee en voz alta un libro de cabo a rabo. Es la versión adulta de tu mamá leyendote un cuento antes de ir a dormir. Hay, como diría un filósofo contemporáneo que Gere, Mariam y esa banda recordarán, "de las buenas, y de las otras": algunas mamás modernas leen así...

...y otras, así...

La cosa, por supuesto, tiene sus desventajas. Por ejemplo, no nos ayuda a aprender gramática ni ortografía. Para mí, lo peor de un audiolibro es que rebobinando para releer una página podés terminar abajo de un camión. Por eso escucho Harry Potter y no a Dickens (por eso y porque soy de best-seller fácil).
Como ven, no es perfecto, pero es una buena forma de aprovechar el tiempo, ese recurso tan limitado del que todos queremos, casi nadie tiene y cuando nos hacemos con un poco de él, se nos escurre entre los dedos. Sin ir más lejos, en un ratito, giraré la llave para arrancar a Paco (nuestro auto bicolor) y una mujer con fuerte acento madrileño retomará, exactamente desde donde dejó esta mañana, la lectura de Harry Potter V. Ya lo estoy por terminar, así que ya tengo a bordo el CD con el próximo: "El informe pelícano" de John Grisham. Será el octavo.
-¿Cuánto te dura un audiolibro? -me preguntó el oficial Debarnot una tarde calurosa en el mítico Panxot.
En ese momento no supe contestarle, pero a este post vine preparado: "La sombra del viento", por ejemplo, dura 19 horas. A media hora por día los días de semana, son casi dos meses. En promedio, seis libro por año. No me digan que no es mejor que las noticias, que son todos los días lo mismo, o el unplugged de Ricky Martin (que, aunque es un discazo, termina cansando).
Pruébenlo, amiguitos. Háganme caso, que no se van a arrepentir. Materiales necesarios: un reproductor de CD o MP3 (agregar cassete adaptador para autos con pasacasé), una conexión a internet y un parche en el ojo. Paso uno: elijan un título. Paso dos: escúchenlo en los momentos en que normalmente pondrían la radio o música. Paso tres: me cuentan qué tal.
Eso sí, un consejo importantísimo a la hora de elejir qué escuchar: nunca, bajo ninguna circunstancia, se bajen uno que no especifique claramente "Voz humana". Podrían terminar con diecinueve horas de algo así:


¡Un abrazo!

martes, 7 de junio de 2011

Todo un acontecimiento

Javier Giménez Sasieta es un escritor vasco que decidió autopublicar su primera obra apostando fuerte al formato eBook. "El acontecimiento" es un interesantísimo techno-thriller que gira en torno a un descubrimiento científico capaz de "remover los cimientos de la sociedad tal y como la conocemos". El día que leí el primer capítulo, disponible en la página web de la novela, pensé que me encantaría charlar sobre su experiencia como escritor "primerizo". Suerte que estamos en el siglo veintiuno y no me tuve que tomar un avión a Bilbao para conversar con él.


CRISTIAN: Considero que haber terminado de escribir un libro es un logro muy importante para cualquier persona, porque uno ve la forma final de un manuscrito en el que ha estado trabajando por muchísimo tiempo (en mi caso, un año y medio). Pero resulta que poner ese punto final no es más que el comienzo. La pregunta que iba cobrando importancia a medida que editaba y pulía los últimos detalles de la novela era ¿y qué hago yo con esto ahora?. Mi primera reacción fue enviar el manuscrito entero a direcciones de correo tipo info@unagraneditorial.com. Luego, leyendo y preguntando, me enteré así no iba la cosa.

Parece que lo primero que hay que hacer es conseguir un agente. Para eso hay que mandar correos a agencias literarias comentándoles sobre el libro que uno ha escrito y preguntándoles si les interesaría leer unos capítulos de ejemplo. Si te dicen que sí, puede que tras leer lo que les envíes te soliciten el manuscrito completo. Si les gusta, aceptarán representarte, lo que significa que serán ellos los que intentarán vender el libro a las editoriales, a cambio de una comisión.

A mí todo esto me parecía demasiado complicado. En primer lugar porque vivo en Australia y quería publicar en Argentina o en España, pero sobre todo porque no conozco a nadie en el ambiente. Pero bueno, así y todo envié mails a varias editoriales y agencias, recibiendo en cada caso respuestas negativas, si es que había respuesta. ¿Tu comienzo fue parecido?


JAVIER: Bastante parecido. Al igual que tú, mandé decenas de E-Mails a editoriales y a agentes. Y del mismo modo, recibí negativas o silencios. Sin embargo, sí que obtuve propuestas de editar bajo la fórmulas de copago. Básicamente, eso es que el escritor corre con una parte o la totalidad de los gastos de edición. A cambio, la editorial lo corrige, lo maqueta y lo imprime.. Se supone que también lo distribuye y lo publicita, aunque la verdad es que todo el mundo dice que este tipo de editoriales suele pasar bastante de los libros. Una vez cobra, se desentiende. El mundo editorial es una jungla en la que publicar no es solo una cuestión de calidad, sino de perseverancia y de suerte. De mucha suerte. Los libros que acaban en las estanterías de las librerías son apenas el 1% de lo que se escribe. El 99% restante está llamando a las puertas de las editoriales... o apostando por la alternativa.

De modo que andaba yo deprimido porque nadie quería editar mi novela, o me querían cobrar por ello, cuando se presentó ante mí la alternativa perfecta: Amazon. Ellos ofrecen la posibilidad de editar cualquier libro en formato E-book a coste cero, y con una audiencia potencial enorme. El juicio lo determina el mercado. Si un libro vale, acabará vendiéndose. Si no, la gente no lo comprará. El método democrático. Probé, y la verdad es que el resultado está siendo fantástico.

Como autor novel, al escribir siempre tengo presente una premisa: que la novela sea interesante. Que tenga ritmo, agilidad, que sea trepidante. Si tenía que sacrificar profundidad o descripciones de escenarios, lo hacía... siempre procurando, por supuesto, mantener un equilibrio. Nadie tiene la clave del éxito de una novela, pero desde luego, yo tengo bastante claro que la regla de oro es no aburrir. Por supuesto, depende mucho de la temática y del género, y siempre hay subtramas u objetivos secundarios, pero nunca hay que confundir lo principal con lo accesorio.

En tu caso, ¿qué querías transmitir con tu novela?


CRISTIAN: El objetivo número uno era exactamente igual al tuyo: entretener al lector. Cuando alguien me cuenta que la leyó en dos o tres días me emociono y ya no necesito que me diga nada más. También me interesaba retratar la vida en la Patagonia, de la cual la gente que no es de ahí sabe muy poco. En definitiva, intenté brindar una buena historia que te invite a seguir leyendo, que no te aburra. Para mí, ésa es la esencia del thriller, y es ése el tipo de libro que a mí me gusta leer.

Avancemos en cámara rápida hasta el momento de darle por primera vez tu trabajo a alguien para que lo lea. En mi caso fue mi novia y tuve la gran suerte de que resultó ser implacable y me devolvió el primer borrador todo rayado con frases como "¿esto es necesario?", o "cliché", o cosas así. Luego le tocó el turno a la familia y varios amigos (algunos de ellos con profesiones relacionadas a la literatura) que también me hicieron devoluciones muy útiles, llenas de sugerencias, destacando errores y comentando las partes que no les gustaban.

Y este es un punto delicado con las autopublicaciones, ya sean en papel o electrónicas: el manuscrito no está obligado a pasar por el filtro de los "lectores profesionales". Incluso Amanda Hocking, la autora que se hizo famosa por vender millones de libros autoeditados para Kindle, está de acuerdo con que algunas de sus novelas no estaban lo suficientemente corregidas a la hora de publicarse. Lo ideal sería contratar a un corrector antes de autopublicar, pero ¿quién puede permitirse algo así?

¿Cuál fue el camino que siguió "El Acontecimiento" desde que decidiste que ya era hora de compartirlo con alguien hasta el momento de publicarlo en Amazon?


JAVIER: En mi caso he ido compartiendo el libro poco a poco con mis hermanos, que también son escritores noveles (aunque uno ha publicado ya un par de novelas, y otro varias antologías de cuentos). De modo que les iba pasando de cien en cien páginas, y ellos me daban su opinión sobre aspectos de la trama (solemos comentar poco el estilo): si la historia decaía, si los personajes flojeaban o si había situaciones poco entendibles.

Como en realidad los tres hermanos hemos empezado a escribir más o menos a la vez, lo cierto es que ellos también me iban pasando por trozos sus novelas y cuentos para que les echara un vistazo. Así que era una especie de "totum revolutum". Había veces que nos juntábamos un fin de semana con un montón de comentarios que realizar sobre varias historias distintas, y los debates y discusiones se alargaban bastante. Luego, evidentemente, cada uno hacía lo que creía conveniente con su historia, pero al menos teníamos una alerta temprana sobre posibles problemas de la trama. La verdad es que ha sido un proceso muy divertido, y creo que con este sistema hemos conseguido crecer como escritores de un modo rápido. Aunque evidentemente (al menos en mi caso, yo soy el más joven), aún me queda mucho por aprender. Pero sobre todo, el hecho de comentar lo que vas escribiendo, ponerlo en común, criticarlo... en definitiva, debatir -e influir- sobre novelas en desarrollo ha resultado ser muy muy entretenido.

¿Me puedes hablar algo de la acogida que está teniendo tu novela? (dónde se vende, si has hecho presentaciones, qué planes tienes para su venta, que tal le está yendo, cómo la promocionas... y qué tal ha sido, en general, la experiencia)


CRISTIAN: La acogida en Puerto Deseado, que es el pueblo donde se desarrolla la historia, fue excepcional. Lo más increíble que me ha pasado hasta ahora es que una escuela de mi pueblo eligió el libro para que lo lean sus alumnos. Eso estaba completamente fuera de mis expectativas.

La primera edición de 500 ejemplares que imprimí (de mi bolsillo) está casi agotada y se vendió, mayormente, en Puerto Deseado, que es donde se desarrolla la historia. El problema de esta vía tradicional de autopublicación es la distribución (sobre todo viviendo en Australia). Con la segunda edición intentaré abusar de la confianza de amigos que viven en varios puntos de Argentina para que me ayuden a colocar el libro en sus ciudades.

Además de la venta tradicional, hice una página web para poner la novela disponible a través de otros tres canales. El primero es la venta por internet dentro de Argentina: el comprador tiene que rellenar un formulario y depositar en mi cuenta bancaria el importe del libro. Además de que esto es engorroso, el problema es que los envíos en Argentina son más caros que el libro en sí. ¿Sabés cuántos libros vendí de esta manera? CERO. Y aquí creo que hay una lección para aprender: no alcanza con que el libro tenga buenos comentarios en facebook si no está disponible de manera fácil y barata.

Otra forma de venta es la impresión bajo demanda (yo me decidí por una empresa llamada lulu). Es un poco más cara que la impresión tradicional, porque los libros se van imprimiendo de a uno, a medida que la gente los compra. Sin embargo, es una forma de ponerlo a disposición de aquellos que lo quieren tener pero están lejos, allá donde tu cadena de distribución "a pulmón" no llega. Las ventas a través de este canal son simbólicas por ahora, pero el día que recibí la foto de un lector de México con el libro en sus manos, me convencí de que había valido la pena.

La otra forma de distribución, que parece que es el futuro, es el ebook. Por ahora las ventas son constantes pero bajas (si vendo tres en una semana, es una buena semana). Ojalá estos números aumenten conforme aumenta la cantidad de hispanohablantes que tiene lectores de libros electrónicos.

Para promocionar el libro creo que han sido fundamentales la página web y las redes sociales (que deben ser usadas con mesura para no molestar a los amigos). Aunque, si hablamos de eso, creo que vos con "El acontecimiento" tenés muchísima más experiencia en vender en el mercado digital. La página web de tu libro es genial, y hasta tiene un trailer en video. Por ahora sólo se vende en digital, si entendí bien. ¿Cómo te está yendo? ¿Cuál ha sido la manera más efectiva de promocionar el libro? ¿Habrá "El acontecimiento" en papel?


JAVIER: Hace un rato he visto en Amazon que he vendido la copia 500 de la versión en E-Book de la novela. Lleva a la venta tres meses, de modo que el balance es muy positivo. La verdad es que cuando lo puse a la venta, no esperaba que tuviera tan buena acogida, especialmente si tenemos en cuenta que mis lectores son gente desconocida y con quienes no tengo ninguna relación.

En cuanto a la promoción, es el gran caballo de batalla de los autores independientes. Requiere de trabajo y de constancia, algo que no siempre está a nuestro alcance, ya que como cualquier otra persona, tenemos nuestro trabajo, nuestros compromisos, nuestro ocio... y además nuestra escritura. Compaginar todo esto con labores de promoción es bastante difícil, sobre todo porque no hay un sistema claro de promoción que podamos seguir. No hay referencias, ni experiencias previas. Nadie sabe qué es lo que funciona en el marketing y publicidad de E-books. De modo que todo se reduce al viejo método: Prueba y error. De momento, no he identificado ningún "one thing", que dirían los Americanos, que impulse claramente las ventas. Es una mezcla de todo: web, portada, sinopsis, blog, críticas, Facebook, amigos, ventas previas... ¡vender siempre es lo más difícil!

"El Acontecimiento" ya está disponible en papel para cualquiera que quiera comprarlo en cualquier parte del mundo. A través de Amazon, se puede adquirir la novela y recibirla en casa en un plazo aproximado de dos semanas, a un coste razonable (En torno a 15 Euros/20 Dólares). Además, tengo varias editoriales interesadas en editarlo en España, de modo que en Octubre "El Acontecimiento" estará en las librerías españolas.

jueves, 7 de abril de 2011

De vuelta

Han pasado tantas cosas en este último mes que me siento como si me acabaran de centrifugar en un lavarropas. Ir a Argentina siempre significa sensaciones fuertes: reencontrarme con familia, amigos y el paisaje con el que me crié. Esta vez, sin embargo, todo fue más intenso. Mucho más intenso, y no por casualidad. No señor, hubo varios factores hucieron que fuera así.

Factor Marta y "otra Trini": esta vez, además de Trini (que fue conmigo como las dos veces anteriores) también se sumaron Marta y Trini Madre. Nos encontramos con ellas en el aeropuerto de Ezeiza después de perder la cuenta de los retrasos de Aerolíneas Argetinas y, tras los abrazos y besos pertinentes, nos dedicamos a recorrer tanto Buenos Aires como es posible en un día y medio. Me arriesgo a decir que hicimos un trabajo insuperable.
Fue muy lindo poder ver a nuestras familias juntas, bajo el mismo techo, sentadas a la misma mesa, o en el mismo barco haciendo una excursión por la ría. Fue precioso que Marta sacara cien mil fotos y que Mariana le hiciera la misma cantidad de consultas médicas. Y lo mejor de todo fue mi mamá que, adelantándose al matrimonio, presentaba a su "consuegra" a troche y moche.


Factor Mía: nunca imaginé que tener una sobrina podía ser tan lindo. Cuando fuimos hace dos años acababa de nacer, así que sus funcionalidades eran bastante limitadas. En el mundo de la telefonía celular vendría a ser el equivalente a un Motorola Tango, o "ladrillo". El año pasado ya era un Nokia C115, que mandaba mensajes de texto cortitos y, si bien te permitía comunicarte, la interfaz era un poco precaria. Ahora, sin embargo, es un iPhone de última generación: comunicación ilimitada, entiende cuando le hablás y tiene una memoria impresionante. Comparaciones aparte, es difícil explicar lo que se siente cuando una personita de cuatro palmos de altura te dice "tío, te amo" (que ella pronuncia "te iamo").


Factor libro: por si quedara alguien sin enterarse, publiqué una novela. Ya me expanderé sobre este tema en el próximo post, pero por lo pronto quiero decir que superó todas las expectativas que tenía antes de la presentación. Más allá de que los medios de comunicación me dieron un montón de bola y que el museo me cumplió el sueño de dejarme hacer la presentación ahí, el cariño que recibí de la gente es indescriptible. El número de personas que me dieron un beso, un abrazo o una palabra de aliento durante el mes pasado es mayor que en todo el resto de mi vida.


En fin, muchachos... todo eso sumado a la alegría de reencontrarme con mi familia y los amigotes de siempre, teniendo a su vez a mi lado a Trini, hicieron que éste fuera, más que nunca, un viaje inolvidable.
Marzo de 2011 fue el mejor mes de mi vida. Por eso se hace difícil estar de vuelta.